El instrumento evolucionó desde su introducción en Europa
en el siglo XVIII por medio de las bandas jenízaras hasta los distintos tipos
de bombo existentes en la actualidad: el bombo de concierto, utilizado en
bandas de música sinfónica, orquestas y en música de cámara; el bombo de
marcha, utilizado comúnmente por diversas agrupaciones musicales en desfiles o
eventos al aire libre; y el bombo de batería, desarrollado desde comienzos del
siglo XX y presente en la música de determinados géneros, como rock, pop y
jazz. La invención de los parches de plástico constituyó un paso determinante
en la evolución del bombo, pues ayudó a aumentar la durabilidad de los parches
respecto a los anteriores modelos fabricados con piel, aunque estos son todavía
apreciados por ofrecer una mayor calidad de sonido.
El bombo posee un gran espectro dinámico y poder sonoro, y puede golpearse con una gran variedad de mazas y baquetas para lograr diversos matices o efectos. Además, el ataque —o modo de iniciarse el sonido— y la resonancia —o vibración del instrumento— influyen en su timbre. Las técnicas de ejecución incluyen diferentes tipos de golpe como el legato o stacatto, al igual que efectos como redobles, apagado, golpeos al unísono o notas de gracia. Desde sus orígenes es además habitual su empleo junto a los platillos.
En el ámbito orquestal, el bombo evolucionó hacia medidas
notablemente mayores, hasta llegar a tamaños de más de dos metros de diámetro,
y se suspende en un soporte diseñado para posicionar el instrumento libremente.
Por su parte, el bombo de marcha se mantuvo en medidas más pequeñas, adecuadas
para poder cargar con el instrumento mientras es tocado, y se benefició de la
introducción del plástico en los parches por sus mejores condiciones frente a
cambios atmosféricos. Por otro lado, la invención a principios del siglo XX del
pedal para golpear el bombo dio lugar al bombo de batería, parte fundamental de
dicho instrumento.
Composición
El bombo está formado por una caja de resonancia cilíndrica llamada armazón o casco, hecha habitualmente de madera —ocasionalmente también de otros materiales como madera contrachapada o metal—, y dos parches estirados atravesando los extremos abiertos del casco. Cada uno de estos parches se encuentra colocado sobre un aro inferior, los cuales tienen un diámetro ligeramente mayor que el casco. Un aro de tensión situado sobre el aro inferior se adhiere con unas sujeciones a donde va montado el armazón, mediante unas palomillas o llaves que actúan como tornillos de tensión. La tensión por medio de tornillos (de 10 a 16 dependiendo del tamaño del instrumento) permite apretar las membranas de forma precisa.
Respecto a los parches, aunque se han realizado notables progresos en el desarrollo de los modelos de plástico, la calidad de sonido de estos no puede reemplazar a la de los de piel, por lo cual es habitual contar con el uso de los últimos en la orquesta. Bombos más pequeños, como los utilizados en la batería o en música militar (especialmente los usados al aire libre), normalmente cuentan con parches de plástico, los cuales son más resistentes al agua y la humedad y tienen menos necesidades de mantenimiento. El parche que es golpeado —o parche batidor— es usualmente más grueso que el opuesto —llamado parche de resonancia o resonador—, si bien se suelen fabrican del mismo material.
En la orquesta, el bombo es normalmente suspendido en correas de cuero o goma, e incluso cables, en un soporte especial que permite al instrumento ser balanceado libremente y colocado en cualquier ángulo o posición de interpretación.[] Es habitual además que el soporte disponga de bloqueos para las ruedas, para evitar que el bombo se mueva durante la interpretación.[] Algunos tamaños comunes de bombos sinfónicos son 36x16, 32x16 ó 28x14 pulgadas.
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